El amor es un fenómeno biológico, social y político que ha permitido la supervivencia de la especie humana. Los seres humanos necesitamos los afectos para sobrevivir y podrían considerarse el pilar fundamental desde el cual nos desarrollamos social e individualmente.
Dice textualmente Fina Sanz en su libro Vínculos amorosos (1995), “Bajo muchos comportamientos, actitudes o conflictos late profunda y enmascaradamente el intento de satisfacer una necesidad afectiva. La afectividad es básica en el ser humano. Todas las personas necesitamos amar y ser amados, comunicarnos afectivamente, ser reconocidos/as, valorados/as, vincularnos con alguien o con algo. De ello depende una buena parte de nuestra calidad de vida, de nuestro equilibrio emocional y con el mundo. Pero esa necesidad la expresamos, la manifestamos de formas distintas.”
Por un lado, las relaciones (con mucho afecto, poco afecto etc.) con nuestro entorno más cercano como la familia durante nuestra infancia y adolescencia, tienen una gran influencia en nuestra manera de vincularnos y de aprender el amor. Esto se debe a que en etapas forjamos nuestra identidad y amor propio.
Por otro lado, se debe tener en cuenta que la cultura y la sociedad también enseñan que es el amor y cómo debemos vivirlo. En occidente, aprendemos a amar desde un modelo patriarcal y capitalista que enseña el amor a las niñas y a los niños mediante una socialización diferencial. Esta forma de enseñar el amor supone el aprendizaje de valores y roles distintos y dificultan la posibilidad de vincularse de forma saludable en la adultez.
Desde este punto de partida resulta muy complicado llegar a construir relaciones desde el buen trato y libres de violencia. El ideal de amor del que partimos es el amor romántico construido desde una perspectiva patriarcal, violenta, posesiva e irreal que facilita o promueve relaciones de poder, control y posesión, entre muchas otras. El amor romántico, aunque lo hayan vendido cómo un paraíso de colores y flores maravillosas, también hace florecer nuestro lado más “oscuro”: el egoísmo, los miedos, las inseguridades, los complejos, las vergüenzas, la dominación, el poder, el control, la posesividad etc.
Debido a todas nuestras enseñanzas sobre el amor y los vínculos a lo largo de toda nuestra vida, deconstruir todos esos aprendizajes y cambiar nuestros esquemas mentales de vinculación, requieren un trabajo de autoconocimiento y crecimiento personal muy grande y a largo plazo. Un trabajo que nos permita ver el amor, como lo que realmente es y no cómo nos lo han querido contar. Para ello, necesitamos herramientas que nos permitan querernos y tratarnos bien, aprender a identificar, expresar y gestionar nuestras emociones, aprender a cuidar y a cuidarnos y conseguir resolver los conflictos desde la empatía, la escucha y el encuentro.